Situación: le pidieron al Chat GPT que resolviera exámenes complejos de distintas carreras universitarias. Todas sus respuestas alcanzaron notas entre un 7 y un 8. O sea, es efectivo. Muy efectivo. A tal punto que pone en crisis las metodologías utilizadas comúnmente en las instancias de evaluación. La experiencia la realizó el profesor Axel Rivas, director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés. El Chat GPT es capaz, incluso, de escribir una tesis digna sobre prácticamente cualquier tema, con una cuestión inédita hasta hoy: es imposible de rastrear la autoría. Ordena el conocimiento, agrega valor, relaciona autores, opina y argumenta de acuerdo a la perspectiva que se le pida. Una verdadera revolución.
Curso: Primeros auxilios para docentes
En el marco de la charla virtual Chat GPT, inteligencia artificial y educación superior, que organizó la UNESCO a través del Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC), Rivas señaló también que la llegada de estas tecnologías presenta un escenario dinámico, incierto y lleno de preguntas. Pero, en términos de los usos que se le puede dar, hay muchas posibilidades.
La primera, desde la perspectiva de los docentes, es una herramienta que permite potenciar la enseñanza. El Chat GPT funciona como un asistente personal. Se puede dialogar, buscar respuestas, pedir puntos de vista y testear ideas. “Para las personas que son dueñas de un saber propio es un gran asistente. Y es un riesgo para las personas que desconocen sobre aquello que le preguntan al Chat GPT, porque no puede saber si la respuesta es cierta o no. O de qué fuente viene”, dice.
Si se domina el saber, el Chat GPT propone opciones para sistematizar, sintetizar, planificar las clases y buscar recursos didácticos.
La segunda, desde la perspectiva del estudiante, es una gran oportunidad para personalizar el aprendizaje. Esta es una cuenta pendiente que arrastra la educación. El profesor o la profesora tienen poco tiempo individual para explicarle a un estudiante lo que no entiende. La inteligencia artificial puede dialogar para ayudarlo a trabajar el conocimiento. El estudiante le puede preguntar al chat sobre lo que no entendió, pedirle que se lo explique con otras palabras y con otros puntos de vista. Descomponer actividades. Posibilita un diálogo muy parecido al que se puede tener con un tutor individual. “Es la oportunidad para concretar grandes cambios en la escala, la velocidad y el ritmo del aprendizaje”, agrega Rivas.
En tercer lugar, continúa, hay que pensar más allá de la frontera inmediata: el Chat GPT es una gran calculadora del pensamiento, aplicado al lenguaje. En este punto, traza un paralelismo con el paso de la máquina de escribir a una computadora. La máquina de escribir tiene menos margen de edición. En la computadora se pueden organizar las ideas, soltarlas, reconceptualizarlas. “Ahora se da algo parecido, con acceso a una incontable cantidad de información para dialogar con nuestro pensamiento. Se puede escribir de esa manera. Es una tecnología que nos invita a ser centauros: mitad humanos, mitad máquinas”, apunta.
En este cambio generacional que se está viviendo, va a ser difícil la adaptación. Hay que llevarlo con paciencia. Y la adaptación tiene que darse con profundos reparos éticos sobre cómo trabajar la interacción. Lo importante es estar abiertos a la exploración, pensar cómo se va a desarrollar la escritura y el pensamiento con estas herramientas. El Chat GPT apareció hace seis meses. El cambio es muy abrupto en tan poco tiempo. “Vamos a ir aprendiendo. Van a aparecer nuevas formas de trabajar en nuestros procesos de aprendizaje y enseñanza. Es un tiempo fascinante, pero hay que tener paciencia”.
Las instituciones educativas ya lo saben y es una preocupación real. Hay un cambio muy profundo sobre lo que los estudiantes pueden hacer para eludir el trabajo que se espera que hagan. Acá hay un antes y un después. La eficiencia del Chat GPT es muy alta y recién está comenzando. Seguramente va a perfeccionarse. Un familiar antes podía ayudar. Se le podía pagar a una institución externa para fraguar una tesis. Ahora se puede hacer lo mismo sin pedirle a nadie. El estudiante está solo frente a su propia ética. Axel Rivas propone cuatro alternativas para evaluar. Y entiende que esta situación es una gran oportunidad para motorizar un cambio real.
Alternativa 1: La presencialidad analógica. Es correcto y sirve, pero ocupa mucho tiempo. El pensamiento también lleva tiempo. No se activa solo en las dos horas que uno está sentado en un escritorio.
Alternativa 2: El proceso de evaluación formativa. Uno puede ir produciendo en conjunto y proponer actividades que se retroalimenten en un proyecto. El escrito final puede tener una interacción con la inteligencia artificial, pero ya hay una relación con los autores de esa actividad y un seguimiento del docente. El problema es que en la práctica es difícil de aplicar. La realidad, en la mayoría de las universidades de América Latina, es que hay muchos alumnos y no siempre se pueden realizar trabajos de este estilo.
Alternativa 3: Evaluar con una metodología a prueba del Chat GPT. Esto implica, por ejemplo, trabajos de caso, investigaciones, entrevistas en escuelas, dialogar, entender una realidad. Estas son evaluaciones auténticas que el Chat GPT no puede hacer.
Alternativa 4: Trabajar de manera más explícita en la integridad. El gran desafío es potenciar la ética de los estudiantes y para eso no alcanza con un nuevo discurso sobre moral. Hay que ejercer con el ejemplo. Eso significa transmitir clases con sentido. Un estudiante que ve la importancia de lo que está aprendiendo no va a querer que una máquina lo haga por él.
Hay que darle relevancia a lo que se enseña. Hay que evitar ese malentendido que dice “Si lo puede hacer el Chat GPT no vale la pena que los estudiantes lo aprendan”. Una persona que no está atravesada por el conocimiento, si el conocimiento no se integra a sus capacidades de actuar o de pensar, no tiene herramientas para tomar decisiones.
Axel Rivas observa que estamos en un tiempo de aceleración de tendencias. Cada vez pasamos más tiempo interactuando frente a las pantallas. De ahí que nuestros pensamientos y nuestra exposición queda conducida por algoritmos que solo quieren reforzar lo que ya pensábamos (sesgo de confirmación). Uno hace rápidamente una búsqueda y eso se repite. Es una burbuja con serios riesgos de manipulación.
“Ahora los sesgos de los algoritmos entraron en una nueva fase con la inteligencia artificial, porque pueden generar realidades. Podemos crear personas que no son reales y hacerles decir cosas. Interactuar con una especie de gran máquina del conocimiento. Somos maleables. Y estamos en riesgo. La verdad se está licuando. Eso obliga a hacer una respuesta educativa más potente”, dice.
Esa respuesta está en repensar el diseño tradicional de las escuelas y las universidades. Adicionarles una capa nueva: la alfabetización digital y el pensamiento computacional. Formar a los estudiantes de una manera sólida en las implicancias de este mundo nuevo es también una formación ciudadana.
“Una persona que no puede distinguir la posibilidad de ser manipulado ni de construir una barrera epistemológica para defenderse de lo que le están diciendo, pasa a ser un no-ciudadano. Es una persona que interactúa en la sociedad sin la capacidad de decidir. Tenemos que formar sujetos críticos que buscan la verdad, como proponía Sócrates”, explica el especialista.
Para esto es necesario armar una reestructuración cognitiva. No alcanza con hacer leer sobre el tema, dar un apunte. Hay que impulsar un cambio conceptual, vivenciarlo. Hacer dudar a los estudiantes de la supuesta verdad de lo que están consumiendo.