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El trabajo en equipo es un antídoto para el impulso competitivo

Es lindo ganar, pero no puede ser lo único. A veces los chicos son forzados a obtener los mejores resultados, lo cual termina generando estrés y problemas de autoestima.

01 / 03 / 2024

La competitividad, ese motor omnipresente del éxito, suele celebrarse como una fuerza impulsora de logros individuales y colectivos. Sin embargo, una mirada más detenida desde la psicología y la pedagogía revela un panorama menos glamoroso. La incitación a la competencia permanente genera efectos negativos en la trayectoria formativa de los chicos y las chicas. Hay que evitarla, lo cual es responsabilidad de los grandes, de los profes, de la familia. Lo de siempre: hay que construir un criterio y equilibrar la situación.

Es esencial identificar el problema desde sus primeras señales para fomentar un entorno educativo más inclusivo, colaborativo y centrado en el bienestar integral de los estudiantes. Los chicos tienen que estar preparados para enfrentar los desafíos del mundo con confianza y resiliencia.

Presión y estrés

La competencia desenfrenada en la educación genera una carga insoportable sobre los hombros de estudiantes y profesores por igual. La constante necesidad de destacar y superar a los demás crea un ambiente de presión insostenible, alimentando niveles crónicos de estrés que afectan negativamente la salud mental y el bienestar emocional de los involucrados.


Individualismo vs. Colaboración

La obsesión por la competencia promueve un enfoque individualista, eclipsando la importancia de habilidades esenciales como el trabajo en equipo y la colaboración. En un mundo cada vez más interconectado, esta falta de colaboración perpetúa un ciclo de aislamiento y egocentrismo.

Autoestima fragilizada

La constante comparación con los demás en un entorno competitivo puede lastimar la autoestima y el sentido de valor personal. Aquellos que no logran alcanzar los estándares arbitrarios establecidos pueden experimentar una crisis de confianza, alimentando sentimientos de insuficiencia y desmotivación.

Pérdida del interés por el aprendizaje:

En lugar de fomentar una pasión genuina por el conocimiento, la competitividad extrema en la educación puede dar lugar a una mentalidad de ganar a cualquier costo. Esto desvía la atención del verdadero propósito del aprendizaje hacia la búsqueda vacía de reconocimiento y recompensa. Eso aleja a los chicos del compromiso con el proceso de aprendizaje.


Impacto en la salud mental infantil

Los efectos perniciosos de la competitividad no discriminan por edad, y los niños no son inmunes a su influencia destructiva. La presión por rendir en exámenes y competiciones desde una edad temprana generan en muchos casos ansiedad y depresión, a niveles que hasta pueden perdurar hasta la edad adulta.

Cómo evitarlo

En lugar de enfatizar la competencia constante, es fundamental promover un enfoque educativo que valore el crecimiento personal y el trabajo en equipo. Los educadores pueden fomentar un ambiente donde los errores se vean como oportunidades de aprendizaje y el progreso individual se celebre tanto como el éxito competitivo.

Alentar la colaboración sobre la competencia directa puede ayudar a reducir la presión sobre los estudiantes y fomentar una cultura de apoyo mutuo y respeto. Además, es crucial ofrecer retroalimentación constructiva que se centre en el crecimiento y el desarrollo personal en lugar de comparaciones competitivas. Al adoptar esta mentalidad, se puede crear un entorno educativo más inclusivo y enriquecedor que promueva el bienestar emocional y el éxito a largo plazo de los estudiantes.





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