Hay diferencias físicas. Y justo la altura, que tal vez es la que aparece a primera vista, es la menos importante. Las instituciones educativas tienen que trabajar en profundidad con la inclusión de chicos y chicas con ADEE (Acondroplasia y displasias esqueléticas que causan enanismo). Las docentes y coordinadoras de la Fundación ALPE España, Carmen Alonso y Susana Noval, explicaron en una charla con directivos, docentes y familias de la Comunidad CADS los principales desafíos de este proceso.
Lo primero, señalaron, es buscar la comodidad, adaptar el mobiliario escolar. Una persona con estas características respira distinto, suele sufrir de congestión en los oídos, suele estar incómoda con la postura de su cabeza y hasta puede experimentar malestar estomacal, entre otros. En el hecho de lograr esa comodidad está el devenir de su desarrollo académico.
Un segundo punto, tan fundamental como el primero, es entender que un niño o una niña con ADEE se esfuerza todos los días por ser igual al resto, lo cual genera un desgaste psicológico muy grande. Y esto impacta a todos y todas, sin distinciones. “Cuando se habla de inclusión en la escuela hay que pensar que cada persona en el aula necesita sus adaptaciones y ser tratados de una forma particular. Con sus tiempos y sus emociones”, explicó Carmen Alonso.
En este sentido, Susana Noval dijo que cuando se planifica una actividad hay que producir todo lo necesario para que se desarrolle de la mejor manera posible, así cada persona es valorada de una forma especial. “Insisto, esto no es solo un problema de altura. El problema real aparece cuando a una institución educativa no le interesa saber de qué se trata verdaderamente el concepto de inclusión”, agregó.
Otro punto sensible, subrayaron, fue el rol de las familias. Cómo acompañan, cómo están presentes y hasta cómo hacen preguntas en sus casas en relación al vínculo con sus compañeros y compañeras.
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