Acumuladores compulsivos, corredores de bolsa, nostálgicos, docentes, niños. El efecto de dotación impacta a todos y todas por igual. Es un sesgo cognitivo que le otorga valor a las cosas por el simple hecho de poseerlas. Por ejemplo: una persona tiene un piano viejo en el medio de su living. Nadie lo usa y la madera está tan lastimada que ni siquiera se puede afinar. Sin embargo, el piano se mantiene ahí porque el dueño considera que es muy valioso. La verdad es que nadie estaría dispuesto a comprarlo ni tiene utilidad alguna, pero el enlace emocional con ese objeto eclipsa lo concreto y objetivo: no vale casi nada.
Este sesgo está directamente relacionado con otro sesgo de gran impacto en lo cotidiano: la aversión a la pérdida. La psicología explica que el ser humano, por su contexto cultural, busca retener toda propiedad que tenga entre sus manos. De ahí que cuesta tanto eliminar o soltar un objeto. Se le inventan valores elevados, se sabotean las ventas y se generan decenas de situaciones con tal de no desprenderse de algo.
En el plano educativo se da una relación parecida con el conocimiento. El tiempo pasa, los saberes se desactualizan y pierden valor. Aun así, cuesta dejarlos a un lado. Se construye un lazo afectivo con lo que se sabe y se buscan métodos y argumentos forzados para incrustar esos saberes devaluados en clase.
Un ejemplo claro es el de la caligrafía. Hace 80 años, tener buena letra era sinónimo de buena educación. Es decir, se sobrevaloraba la importancia de la letra prolija. Profesores y maestras enfocaban buena parte de sus esfuerzos en lograr ese objetivo. Se formaban para eso. Hoy, ya pasadas dos décadas del siglo veintiuno, no tiene sentido hacer hincapié en la caligrafía, porque, entre otros motivos, se escribe con dispositivos digitales más que con herramientas analógicas. Sin embargo, un docente formado en la vieja escuela es muy probable que siga destacando la importancia de la letra prolija y que la considere señal de una buena educación. Básicamente, no está dispuesto a aceptar el valor casi nulo de sus conocimientos.
Identificar el efecto de dotación en la educación es el primer paso para otorgarle el valor que le corresponde a la capacitación permanente. Aceptar que el conocimiento se puede devaluar, desde una mirada que supera lo afectivo, permite dialogar con la realidad concreta. Los y las alumnas que no entienden para qué sirve lo que hacen dentro de un aula pueden sentirse alienados. La responsabilidad del docente es construir un vínculo a partir de conocimientos útiles. Esa utilidad se encuentra en una formación actualizada, lo menos sesgada posible.