El auditorio seguía cada palabra en silencio. El psicólogo Daniel Kahneman explicaba a los instructores de vuelo de la Fuerza Aérea Israelí las claves de un entrenamiento eficaz. Respaldado por datos recabados en investigaciones científicas con humanos y otros animales, enseñaba un principio útil: por qué las recompensas por los avances son más eficaces que los castigos por los errores.
En ese momento, uno de los instructores que escuchaba la charla pidió la palabra. Señaló que, según sus largos años de experiencia, cuando felicitaba a un piloto por realizar una maniobra exitosa al siguiente intento su desempeño era casi siempre peor. Por el contrario, cuando le señalaba a algún cadete que estaba haciendo las cosas mal al siguiente intento mejoraba notablemente.
Dicho esto, dejó en clara su postura: “Felicitar a un pájaro puede funcionar, con los humanos no. No diga que las recompensas son buenas y los castigos no lo son. Es todo lo contrario”.
Mientras Kahneman escuchaba al instructor, entendió dónde estaba la respuesta a la situación que se planteaba. Recompensar no siempre ayuda. Puede ser. Ahora bien, reprender tampoco. En esta discusión lo que hay que analizar es lo que se conoce como regresión a la media, un fenómeno estadístico en el cual se observa que si una variable es extrema en su primera medición va a tender a estar más cerca de la media en la segunda medición. Y lo mismo al revés. Si es extrema en su segunda medición, habrá estado más cerca de la media en la primera. La regresión a la media está presente como un factor importantísimo en prácticamente todos los experimentos científicos y en la interpretación de datos.
El proceso de hacer bien o mal algo, durante la enseñanza, es aleatorio. Siempre hay fluctuaciones en la calidad de la ejecución. El error del instructor era pensar que el piloto mejoraba porque lo reprendía. Como también creer que empeoraba porque lo felicitaba. Estaba interpretando un proceso aleatorio como si fuese un proceso causal. En síntesis: una persona que está aprendiendo ejecuta bien o mal independientemente del castigo o la recompensa.
Para probar su respuesta de manera práctica, el psicólogo dibujó un círculo con tiza en el suelo y le pidió a todos los pilotos e instructores que tiraran dos monedas con la intención de acertar adentro del círculo. Midieron los resultados del primer intento y los anotaron en un pizarrón, ordenados de mejor a peor. Cuando repitieron el proceso vieron que, efectivamente, a la mala ejecución seguía casi siempre una mejora, y a la buena ejecución seguía casi siempre un empeoramiento. Sin que los aplausos ni las amonestaciones tuvieran nada que ver.
Es fundamental que estas observaciones anti intuitivas y disruptivas con una tradición educativa se tengan en cuenta al momento de hacer diagnósticos con los alumnos y las alumnas. En otras palabras: hay que observar en profundidad qué recursos son útiles para alcanzar fehacientemente mejores resultados en los procesos de enseñanza y aprendizaje de cualquier área. Las percepciones superficiales suelen estar equivocadas.