Estamos ante un desafío educativo que demanda transformaciones profundas. La pandemia nos llevó a repensar en poco tiempo tanto la organización institucional como la enseñanza. Tenemos por delante oportunidades únicas de instalar el cambio que la escuela viene demandando desde hace años: adaptarse a nuevos escenarios donde la enseñanza de capacidades cobre un lugar esencial en la educación de nuestras generaciones noveles.
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Entonces ¿cuáles son los aspectos que debemos reflexionar como docentes para volver a una escuela fortalecida, capaz de responder a los cambios vertiginosos y dar respuestas desde lo organizacional y tecnológico, pero fundamentalmente desde lo humano?
En primer término, debemos plantearnos qué necesita la escuela en cuanto a la reorganización de rutinas, espacios, recursos, tiempos para lograr nuevas combinaciones que resulten más dinámicas y ajustadas a los tiempos cambiantes por su flexibilidad y su apertura a la participación de todos los actores de la comunidad educativa.
El trabajo en equipo se vuelve una acción fundamental ya que la pandemia nos enseñó que la tarea colegiada y mancomunada daba mejores resultados en la incorporación de estrategias de enseñanza conjunta y en la planificación de actividades integrales, secuencias y proyectos compartidos. De esta manera la planificación del segundo cuatrimestre debe estar centrada en la integralidad de las propuestas y en una mirada multidimensional donde los contenidos cobren sentido para los estudiantes con un impacto positivo en sus procesos y trayectorias de aprendizaje.
En este punto revalorizaremos la evaluación formativa que permita que los estudiantes sean partícipes activos de sus procesos de aprendizaje y los docentes puedan ir adaptando las situaciones de enseñanza con intervenciones para el avance. La elaboración de nuevos y variados instrumentos de registro será nuestra tarea a fin de registrar estas trayectorias y tomar decisiones para la mejora.
Por otro lado debemos hacer hincapié a la vuelta del receso, en el sostenimiento y fortalecimiento de los vínculos entre equipos escolares y con los estudiantes y sus familias, a través de mecanismos que permitan el acompañamiento, apoyo, cercanía, espacios de escucha y tramitación de lo vivido, así como también la generación de espacios de participación tales como: centros de estudiantes, grupos de reflexión, referentes o tutores, programas de acompañamiento, trabajo con EOE, redes con la comunidad, grupos focales, entre otras estrategias.
Para finalizar recordemos que este es un tiempo para reflexionar sobre lo realizado, fortalecernos en lo personal y profesional en vistas de regresar con todo el optimismo que necesitamos para convertir la nueva escuela en un lugar donde se sueña y se proyecta un futuro mejor para todos nuestros estudiantes.
Feliz receso!
