La apertura democrática en Argentina supuso un cambio en las escuelas: desde un paradigma disciplinario punitivo, basado en el castigo como modo de regulación externa y coercitiva de los vínculos, al paradigma de la convivencia.
Curso virtual: Convivencia, bullying y otras violencias en la escuela
Desde este último, la escuela es una oportunidad para el aprendizaje de la experiencia de vivir junto a otros, un eje estratégico de la formación en y para el ejercicio de la ciudadanía. Los vínculos se aprenden y, por tanto, se enseñan. Qué tratamiento hacemos de las diferencias, cómo resolver conflictos de modo no violento, cuál es el sentido de la participación en la vida pública, son aprendizajes que atraviesan la vida escolar en su conjunto.
Niñas, niños y adolescentes aprenden en el día a día el modo en que la institución, y las personas adultas, nos posicionamos frente a los conflictos y las tensiones inherentes a las relaciones humanas, habilitamos o no espacios de participación, nos relacionamos con el otro que es radicalmente diferente. La experiencia de convivir junto a otros da lugar a la pluralidad de voces; es una ocasión para que nuestras infancias y adolescencias se asuman como sujetos con derechos y responsabilidades, generando condiciones para la construcción progresiva de autonomía.
Ahora bien, este proceso de democratización de la vida escolar no fue sin idas ni vueltas ni de un día para otro. Habilitar el protagonismo de las y los estudiantes es un aprendizaje institucional, que conmueve nuestras representaciones sobre niños, niñas y adolescentes, nos invita a reflexionar sobre el modo en que ejercemos la autoridad como personas adultas y sobre los modos en que nos vinculamos con las nuevas generaciones.
Hace aproximadamente una década, el paradigma punitivo ha retornado de la mano de los discursos que se autodenominan “antibullying”. Estos discursos, lejos de poner fin a las violencias, las alimentan considerablemente, en tanto portan rasgos fuertemente estigmatizantes y criminalizantes de las infancias y las adolescencias.
Si antes eran las amonestaciones, hoy niñas o niños de cinco o seis años de edad son denunciados por abuso sexual, algunas familias reclaman cámaras de vigilancia frente a la sustracción, o incluso la pérdida, de una cartuchera u otros útiles o golpean a modo de venganza a los estudiantes que agreden a sus hijos. Algunos medios de comunicación culpan de modo irresponsable al grupo de pares por el trágico suicidio de un compañerito. Los conflictos escalan, o más bien disparan, de un modo inusitado. Sin lugar a dudas, la exacerbación de las conflictividades es un signo de la época.
No son expresiones casuales ni mera coincidencia. Son el fruto de construcciones discursivas hegemónicas que demonizan a niñas, niños y adolescentes y, cuando esto sucede, el lugar de las personas adultas en el amparo de los derechos de las jóvenes generaciones se diluye. El niño vuelto demonio es el niño abandonado a su estructural desamparo.
En la vereda de enfrente, nuestra apuesta es a la restitución del lazo, que es aquello que nos mantiene unidos como sociedad. A fortalecer en las escuelas la construcción de vínculos solidarios, pluralistas y libres de violencias, a fortalecer un entramado capaz de alojar los efectos de malestar que nos dejó la pandemia, a resignificar las normas de convivencia desde una pedagogía del cuidado.
Con este propósito, la reflexión sobre las problemáticas subjetivas contemporáneas y el modo en que se expresan en la escuela se vuelve insoslayable.
🔹 ¿Qué nuevas modalidades asume el lazo?
🔹 ¿Cómo alojar desde la escuela los efectos de malestar fruto de una pandemia que nos confrontó con la vulnerabilidad de la condición humana?
🔹 ¿Cómo impacta en los vínculos la posibilidad de relacionarnos en entornos digitales, cuando el otro está detrás de la pantalla?
🔹 ¿Cómo hacer de los conflictos una experiencia formativa?
🔹 ¿Cómo construir una autoridad pedagógica democrática capaz de acompañar los procesos de subjetivación y participación de niños, niñas y adolescentes en la vida escolar?
Estas son algunas preguntas que nos orientarán en los espacios de formación.
por Lic. Ana Campelo