Participar en una clase de fitness significa estar en movimiento. Con música y bailando. Lo principal no pasa por lo técnico, lo que se busca es sostener la actividad. Puede ser bachata, reggaeton, cuarteto, aerocuarteto. Pero la actividad en el tiempo. La Prof. Diana Almerares piensa sus clases y enseña a dar clase a partir de esta premisa.
Instructorado en fitness y ritmos latinos
Así lo explicó en una charla virtual que dio junto al equipo de CADS Capacitaciones. Cómo primer factor, subrayó que cada uno tiene que elegir una actividad en la que se siente cómodo, sino es imposible mantenerla. Te tiene que gustar moverte, seguir una rutina con música, participar en una clase grupal. Si no estás cómodo en ese contexto, buscá otra actividad. Y si estás cómodo, vas a encontrarte con la felicidad.
La felicidad es un concepto difícil, sin embargo, en este caso aplica perfecto: bailar, mover el cuerpo, activar las hormonas, sacudir la química del movimiento hacen que una persona se sienta bien. La cuestión está en cómo trabajar una clase.
Vamos por punto por punto.
Cuando una profe desarrolla la clase, tiene que seleccionar movimientos simples, sencillos, básicos, para que puedan hacerlos todos. Desde afuera puede parecer difícil, pero una vez que estás adentro es más simple. Se pone en juego el desafío de haberlo logrado.
El fitness es apto para todo público. Hayas hecho clase antes o no. El trabajo es muy progresivo y la coordinación se logra con el tiempo. Actualmente, en el fitness en particular, hay gente más grande. Los jóvenes (15 – 25 años) se inclinan hacia el break dance, el hip hop y otros estilos con más fortaleza física. Sea quien sea el participante, no hay que poner la vara tan alta en una clase. Si lo disfrutás desde el momento en el que te estás moviendo, está bien. Hay que conectarse, quemar calorías, sentirse físicamente bien.
Si tu línea de trabajo es que todos hagan todo de la misma manera, te estás equivocando. Hay que llevar el grupo observando y trabajando con las diferencias. Los profes –explicó Diana– pueden corregir algunas cuestiones técnicas y estar atentas a algunas señales sobre cómo se desempeña alguien, pero cómo se siente una persona, eso lo tiene que saber y expresar la propia persona. “Descoordinaciones, cordones desatados, mal humor, esas cosas las vemos. Otras cosas, tienen que partir desde quien está participando”, dijo.
En el fitness, el diálogo tiene lugar al principio. Durante la clase, nada. Hablar hace que perdamos energía y hay que cuidar la actividad aeróbica. Es muy importante saber hacer señas y sonidos precisos para guiar el grupo. Con eso alcanza.
En el equilibrio está el secreto. La intensidad de una clase depende de los ritmos, de la velocidad de la música. Durante toda la clase hay que mantener el mismo ritmo. No muy arriba, porque te perdés. Hay que seleccionar con buen criterio la velocidad para que los participantes se sostengan en el tiempo. Lo damos todo sobre el final. “Yo soy muy activa en mis clases. Pero tengo todo pensado para que todos puedan hacerlas y disfrutarlas”, dijo Diana.
Hay que saber elegir los pasos y combinarlos dentro de una frase musical, a partir de contar la música. Es todo matemático. No puede fallar. Y en esas combinaciones aparece la estructura coreográfica. Lo que varía es el ritmo de la música, los profes adaptan los pasos básicos al ritmo musical. La actitud del ritmo es distinta y eso es lo que modifica el desarrollo de una clase.
Según Diana, lo ideal es bailar todos los días, durante años. “Hay que incorporar una rutina fitness para sentirse bien. Lo que no sirve es hacer un mes y no volver nunca más”, apuntó.
Escuchá la charla completa: