Allá por la década del 80 empecé a escuchar y leer sobre corredores de Kenia. Pasé tres décadas soñando con conocer esa región donde se desarrollan los mejores maratonistas del planeta. El año 2012 me iba a deslumbrar: viajé a Iten y a los Juegos Olímpicos de Londres.
Curso: Cómo entrenar maratón, por Leonardo Malgor
Iten es la capital del condado de Elgeyo-Marakwet, en Kenia. Forma la villa Iten-Tamach, localidad que se ubica en el puesto 82 en el ránking de ciudades por cantidad de habitantes. Tiene aproximadamente 45 mil. Pero hay un estilo de vida que engloba a quienes viven ahí: correr es el camino.
Londres era el destino final de la experiencia. Hacia allí apuntaba nuestra preparación junto a Marita Peralta, atleta marplatense que representaba a Argentina en los JJOO. En África buscábamos parte de la esencia de la elite para comprender su entrenamiento y sentirlo a la vez. Nos alojamos en el High altitude training center, un lugar de alto rendimiento dirigido por la ex récord mundial de medio maratón Lornah Kiplagat, a 2 kilómetros de Iten, un pueblo en el cual la gente corre y a gran nivel, guiados por el plan de entrenamiento que adaptan de maratonianos consagrados como Wilson Kipsang.
Entrenan en grandes grupos. En un fartlek [juego de velocidades] se vive la experiencia de correr junto a más de un centenar de atletas. Sentís que estás en el mejor cross de tu vida. En la pista puede haber varios grupos de 30 personas haciendo el mismo tipo de series. Desde las 5 de la mañana los atletas ya comienzan sus entrenamientos por los duros caminos de Iten.
A pesar de tener la mayor economía de África del Este, una población educada, recursos naturales y actividad en el sector privado, Kenia sufre la pobreza que afecta al continente entero. Iten deslumbra con su tierra colorada a 2400 metros sobre el nivel del mar. La falta de agua condiciona. El traslado es a pie aún por largas distancias. Nosotros nos alojamos en un lugar verdaderamente privilegiado: pileta, gimnasio, pista propia y un comedor al cual se ingresa descalzo. Nos despertábamos a las 6:30 am para empezar a movernos, cada día.
Hasta la pista del Estadio Kamariny teníamos 2.5 kilómetros. Trotábamos en una nueva jornada y algo nos sorprendió. A 800 metros del destino, niños con uniforme escolar se prendían cual pelotón detrás nuestro. Tenían entre seis y nueve años, se transportaban desde diferentes lugares rumbo al colegio. La polvareda alrededor cerraba la descripción para que nos demos cuenta del transporte que habían elegido. Seguimos camino a la pista principal. A las 11:00 am, mientras Marita continuaba con su rutina, vi estirando a un atleta. Mi cabeza se inundaba de preguntas ante cada situación.
- ¿Fin de la primera sesión?
- Terminé la segunda y la tercera viene por la tarde.
La comida es muy variada. Almuerzan verduras, arroz, papas, porotos, ensaladas. Cenan pollo, pequeños trozos de carne con polenta o lentejas, siempre ensaladas. No hay pan en las comidas, beben agua, no existe el queso en ninguna de sus formas, no comen ningún tipo de galletitas, no sirven ninguna clase de postres. Se desayuna fuerte: huevos, te, leche, café, miel, banana. Nadie toma gaseosas, no existen los fiambres.
Los atletas tienen un gran espíritu de equipo, se ayudan entre ellos y a los demás. De hecho me acompañaron en muchos entrenos para que no fuera solo si me quedaba. Si les preguntás a niños o adultos que tal están, siempre están bien. No se quejan pese a tener ropa o zapatillas totalmente rotas. Les encanta correr y para ellos los atletas de renombre mundial son ídolos, aunque luego viven como gente normal, en el pueblo.
Humildad, sacrificio, compañerismo y capacidad es lo que les define. Y transfieren el legado. Sin duda alguna una experiencia inolvidable en las Tierras altas africanas. La verdadera esencia del atletismo.
por Leonardo Malgor
