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Cinco desafíos de la Educación física en el Jardín de infantes

La profesora Carolina Paganini propone una mirada que se basa en experiencias para las clases en el nivel inicial y la exploración del territorio lúdico.

25 / 05 / 2020

“Correrte de lo naturalizado, por obligación, es lo importante de hacerse preguntas”. Desde esa inquietud, Carolina Paganini –directora de Ancaludus, un equipo interdisciplinario que desarrolla ideas para profesionales de la educación y la salud– desarrolló sus conocimientos en una charla a través del canal Comunidad CADS, en YouTube. Sus conceptos invitan a un debate para docentes y estudiantes sobre la relación entre la educación física y la educación inicial.

Carolina explica que los profesores y las profesoras diseñan experiencias para que otros aprendan, por eso el pasaje de ida y vuelta entre la teoría y la práctica es fundamental. Desde ese concepto, una clase de educación física en nivel inicial es una aventura que completa su objetivo cuando completa cinco desafíos. Los primeros pasos del camino, según el punto de partida, establecen hacia dónde ir y con qué recursos.

El primer desafío es saber Dónde enseñamos. El jardín tiene características históricas que avanzaron hasta la intencionalidad pedagógica con la que hoy se estudia. Dentro de esa lógica, la educación física ocupa un lugar. No es el espacio para que los alumnos y alumnas descarguen energías, sino un lugar de aprendizaje. Y según Paganini, la postura del profesor o la profesora es decisiva.


El segundo desafío se cuestiona Qué enseñamos. Hay que pensar al alumno desde la corporeidad y la motricidad individual. La educación física impacta en esos atributos. Bajo el marco teórico que brinda el diseño curricular, se tiene que lograr la conquista de la disponibilidad corporal y motriz por parte de los y las alumnas. Compartir los saberes y contenidos en esa línea.

El tercer desafío está centrado en A quiénes enseñamos. Qué características tienen las infancias de hoy, singularmente en cada alumno y alumna. Los niños y las niñas son sujetos de derecho a la educación (tienen que tener su clase de educación física), a la identidad (el o la docente tiene que aprender sus nombres) y al juego. El proceso de desarrollo no lo hacen todos de la misma manera, ni al mismo tiempo. Y el contexto social es necesario para pensar la construcción de las infancias.

El cuarto desafío es Cómo enseñamos. Carolina apunta que es interesante la posición teórica dentro del territorio lúdico. La clase tiene que ser un “motrizmente desafiante” y tiene que  plantear un problema para resolver. El dinamismo garantiza la movilidad continua y la inclusión es fundamental para que todos y todas interactúen. Es cierto que lo lúdico tiene que ser predominante, dice, pero también observar e intervenir en ese campo. Hay que cuidar el juego y su escena para construir la seguridad de cada alumno y alumna dentro de él. Según Paganini, es erróneo pensar que todos los niños y niñas juegan solo por ser chicos. Los modos de juego son esenciales.


El quinto y último desafío se pregunta Quién enseña. La actitud lúdica es la primera cuestión que debe asumir el o la profesora. No se trata de ser el bufón de la clase, sino dar paso a la reflexión. Dentro de ese rol, la teoría para enseñar es clave y le da lugar a una máxima determinante: las ideas evolucionan cuando interviene la emoción, cuando conmueve.

Una conclusión que propone un desafío. Igual que el diseño de una clase de educación física para el jardín.





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