Son tres destacados especialistas. Desde su experiencia, lejos de esbozar un pensamiento unilateral, invitan a la construcción colectiva para pensar cómo se enseña handball. Diego Cavalli, Gustavo Sciglitano y Susana Losada exponen un proyecto integral que resuelve algunos problemas, pero que no agota la problemática. Uno de los pilares –explican– es la motivación, concepto transversal, hoy, en la iniciación de cualquier deporte. Ahí entra en discusión, por ejemplo, lo lúdico: una de las llaves para adaptar el deporte a distintos grupos de aprendizaje, desde distintos niveles y abordajes.
Es necesario observar la dinámica y la fluidez del juego. Antes de planificar, hay que decidir qué tareas vamos a desarrollar en función de lo que demanden las y los jugadores, dice Diego. A raíz de esto, pueden observarse problemas: técnicos, tácticos y hasta sociales. El ciclo de enseñanza continúa con el abordaje de esos problemas que surjan y la aplicación del trabajo sobre ellos, en el juego nuevamente. Debe estar garantizado el derecho a aprender para el alumnado completo e intercambiar experiencias, lo que también nutre a las y los profesores.
Elegir quién comienza con la posesión del balón y demás cuestiones arbitrarias puede ser consensuado o pactado mediante sorteos con equidad de posibilidades. La grupalidad invita a pensar los desarrollos individuales de una manera colectiva y no con los sujetos por separado. Por ejemplo, si se prioriza el pase y la recepción por sobre el dribbling. Liberar estereotipos y proponer la coeducación es un ejercicio saludable y obligatorio para los tiempos actuales. Es recomendable que no haya una segmentación binaria. El grupo en su totalidad tiene que participar de la clase de handball con su aprendizaje asegurado. El juego reducido sirve para aceptar individualmente las reglas y acatarlas. Es un trabajo de responsabilidad y, a través de la intervención docente, de democratización.
El profesor o la profesora tienen en su participación activa la oportunidad de darle un rumbo a la clase. Si se desvanece, la intervención docente puede revivir al juego. Puede sostenerlo. Puede dinamizarlo. Y, sobre todo en un concepto general, focalizar la atención sobre la intencionalidad de la clase a través de sus gestos y decisiones. Un aspecto clave del éxito docente es el disfrute. Si el chico o la chica la pasó bien en una clase, va a volver con ganas.
En una primera etapa, sugiere Susana, la invasión de territorio con una disposición de 3 vs 3 en espacio reducido permite tomar contacto con la naturaleza del handball. En un segundo nivel el minihandball agrega en un juego de 5 contra 5 el sistema defensivo individual. Esto se prolonga al siguiente escalón del proceso, donde es marcada la transición al handball de 7 vs 7 con el aporte de formaciones y defensas zonales. En el cuarto nivel, llega el 7 contra 7 (reglamentario en partidos oficiales) con pautas que garanticen la participación completa de la clase.
Gustavo, por su parte, apunta a la enseñanza descontextualizada de las habilidades motoras específicas. El pase y recepción, con o sin oposición y en diferentes niveles de dificultad, el control de balón, los trabajos tácticos y hasta las posiciones del arquero o arquera, pueden practicarse en ejercicios que no suceden en los partidos. La idea es generar los recursos para ser aplicados en el contexto adecuado.